Hubo una vez, un personaje histórico (eso dicen algunos), que se rebeló contra el poder establecido, que optó por decir en alto lo que muchos susurraban. Algunos hablan de él hoy día, como si hubiese sido el primer superhéroe de la historia, y que su poder se basaba, no en su capacidad de hacer cosas que nadie mas podía hacer, sino en decirlas, en levantar su voz sobre el resto, no para mostrarles un camino a seguir, sino para enseñarle que existían opciones y, que éstas, dependían de ellos mismos tan solo.
Él, solo, fue capaz de herir con la palabra lo que no se podía herir con la espada e hizo tambalear al poderoso con su mera existencia, y con ello convirtió su corta vida en un símbolo, porque dice que las vidas se olvidan, que los hombres desaparecen, pero sus palabras pasan generación tras generación, aunque cambiadas, la esencia, para el que las busca, es la misma en cualquier momento del tiempo.
Este hombre enseñó al resto que podían decidir que camino seguir en la vida, que podían rebelarse contra aquello que había sido impuesto por ley o por tradición, que no teníamos que vivir a la sombra de un árbol, que existía un inmenso mundo a nuestro alrededor si éramos capaces de cambiar nuestro ángulo de visión.
Él, ante todo, despreciaba a los hipócritas, porque la hipocresía es justo aquella parte de nosotros que nos impide ver el inmenso mundo, la hipocresía nos encierra dentro de nosotros mismos y en ella muchos crean su propio mundo, un mundo de falsas ilusiones, que terminan por creer más que al sol que los alumbra.
No hay mayor ciego que aquel que no quiere ver, porque ni ve ni oye ni medita, tan solo se deja guiar por un camino dictado por otros. Cuando el sentido común muere, solo queda el conformismo, la apatía, la acción que se deja llevar por la corriente que es dirigida por otros.
La cultura nunca será sinónimo de la sabiduría, la inteligencia tampoco. Aquel que sabe, solo busca la verdad, y en su propio círculo vicioso solo está seguro de una cosa en esta vida, de lo que le falta por saber.
Puedes pasar toda la vida mirando a un ser humano y jamás podrás predecir que hará al siguiente momento.
Puedes pasar un minuto viendo una concentración de ellos y serás capaz de deducir dónde se dirigirán.
Él, solo, fue capaz de herir con la palabra lo que no se podía herir con la espada e hizo tambalear al poderoso con su mera existencia, y con ello convirtió su corta vida en un símbolo, porque dice que las vidas se olvidan, que los hombres desaparecen, pero sus palabras pasan generación tras generación, aunque cambiadas, la esencia, para el que las busca, es la misma en cualquier momento del tiempo.
Este hombre enseñó al resto que podían decidir que camino seguir en la vida, que podían rebelarse contra aquello que había sido impuesto por ley o por tradición, que no teníamos que vivir a la sombra de un árbol, que existía un inmenso mundo a nuestro alrededor si éramos capaces de cambiar nuestro ángulo de visión.
Él, ante todo, despreciaba a los hipócritas, porque la hipocresía es justo aquella parte de nosotros que nos impide ver el inmenso mundo, la hipocresía nos encierra dentro de nosotros mismos y en ella muchos crean su propio mundo, un mundo de falsas ilusiones, que terminan por creer más que al sol que los alumbra.
No hay mayor ciego que aquel que no quiere ver, porque ni ve ni oye ni medita, tan solo se deja guiar por un camino dictado por otros. Cuando el sentido común muere, solo queda el conformismo, la apatía, la acción que se deja llevar por la corriente que es dirigida por otros.
La cultura nunca será sinónimo de la sabiduría, la inteligencia tampoco. Aquel que sabe, solo busca la verdad, y en su propio círculo vicioso solo está seguro de una cosa en esta vida, de lo que le falta por saber.
Puedes pasar toda la vida mirando a un ser humano y jamás podrás predecir que hará al siguiente momento.
Puedes pasar un minuto viendo una concentración de ellos y serás capaz de deducir dónde se dirigirán.
Eso se llama estadística.
Ser uno mismo es la clave, pero estamos demasiado perdidos ante tanta cantidad de gente que llevamos dentro, que nos resulta extremadamente difícil ver nuestro verdadero yo, por ello cambiamos tan a menudo de personalidad, nos aterra sentirnos tan solos.
El hombre de la historia cometió el mayor error de todos, intento despertar al hombre y se convirtió en un nuevo somnífero, a veces letal con el paso de los años.
Y la hipocresía se mostró como su propia verdugo, aquellos que lo vitorearon, que alabaron su valentía, le arrojaron piedras, porque ninguno había pecado nunca, que curiosa ironía.
El perro al que daba de comer, mordió su mano.
Y con el siempre inexorable paso del tiempo, aquellos que lo clavaron en una cruz, aquellos que renegaron de él tres veces, aquellos que lo señalaron, los que lo besaron traidoramente, los que le hirieron con una lanza…
Hoy nos hablan de hipocresía, y en su propia desfachatez, no dudarían en repetir lo mismo si naciera otro hombre como aquel y tuviera la osadía de volver a contradecirlos.
A día de hoy siguen devorándolo para recordarnos lo que le espera a todo aquel que intente de nuevo hablar sobre la posibilidad de otras opciones.
Amén.
Ser uno mismo es la clave, pero estamos demasiado perdidos ante tanta cantidad de gente que llevamos dentro, que nos resulta extremadamente difícil ver nuestro verdadero yo, por ello cambiamos tan a menudo de personalidad, nos aterra sentirnos tan solos.
El hombre de la historia cometió el mayor error de todos, intento despertar al hombre y se convirtió en un nuevo somnífero, a veces letal con el paso de los años.
Y la hipocresía se mostró como su propia verdugo, aquellos que lo vitorearon, que alabaron su valentía, le arrojaron piedras, porque ninguno había pecado nunca, que curiosa ironía.
El perro al que daba de comer, mordió su mano.
Y con el siempre inexorable paso del tiempo, aquellos que lo clavaron en una cruz, aquellos que renegaron de él tres veces, aquellos que lo señalaron, los que lo besaron traidoramente, los que le hirieron con una lanza…
Hoy nos hablan de hipocresía, y en su propia desfachatez, no dudarían en repetir lo mismo si naciera otro hombre como aquel y tuviera la osadía de volver a contradecirlos.
A día de hoy siguen devorándolo para recordarnos lo que le espera a todo aquel que intente de nuevo hablar sobre la posibilidad de otras opciones.
Amén.
Eso le pasará a todo aquel o aquella que se salga o vaya contra "la ola".... ;P
Pues pobrecito el Obama, no le queda ná que pasar.....espero que no haya otro "asesino de Kennedy" esperando en algún rellano o edificio abandonado para acabar con su vida... por cierto, ¿¿será Ratzinger quien tire la primera piedra cuando ese "loco" reencarnado en cantante grunge aparezca???
Absolútamente precioso. Además, creo que es primero de tus escritos que he entendido entero.
Como dice Paky, Ratzinger sería el primero que tiraría la primera piedra, probáblemente.
Yo admiro al hombre al que describes, más por sus actos de valiente rebeldía más que por sus supuestos milagros.
Un saludo.
Vaya, al fin un blog con sentido común, interesantes tus post.
como ya te dije no pares de ecribir. cada vez me dejas sin palabras