Cuando los frikis no dominaban la tierra

Existió una vez una taberna donde servían unos bistecs exquisitos, acompañados de una bebida llamada aguamiel, ambos eran un manjar de dioses. Estaba situado en un lugar de difícil acceso, en lo alto de una enorme montaña, esto hacía que pocas personas pudiesen visitarla y que el conocimiento de su existencia fuese guardado como un tesoro para los que ya habían comido en ella.
Ciertamente, todos los que pasaron una vez por allí se sentían afortunados por haber tenido la oportunidad de deleitarse con aquella carne y bebida, y eso, de alguna forma, les vinculaba entre ellos.
Del lejano Norte, de los mares perdidos del sur o del gran desierto tras el Alba, llegaban viajeros solitarios a calmar su apetito en aquella taberna.
Pero el tiempo pasó, y otros pueblos empezaron a tener constancia de aquel lugar y de los alimentos que ofrecía.
Y todos querían comer aquella carne y beber aquel aguamiel.
El secreto de la carne es que era de un animal muy difícil de encontrar que solo vivía en aquella montaña, y el aguamiel era extraído de una vid que solo crecía en el lugar más oscuro de una de sus cuevas.
Pronto aprendieron en la taberna a diluir el aguamiel con agua para poder ofrecer más cantidad, y a mezclar especias para que cualquier carne tuviera cierto parecido a la original, debían ser capaces de abastecer a la cantidad de gente que empezó a llegar movidos por la curiosidad de aquellos a los que habían oído hablar de aquel lugar lejano.
Así nació la primera franquicia de aquel mundo perdido, y así aprendieron los viejos comensales que jamás volverían a poder deleitarse de la misma manera en la misma mesa, y con aquel sentimiento de pérdida de algo que jamás tuvieron realmente, volvieron a sus países… con la tristeza del que conoce el paso del tiempo.
Yo recuerdo un tiempo en mi pasado, cuando tener ciertos gustos diferentes a la mayoría significaba algo, cuando era una celebración parar en el camino, junto a desconocidos viajeros, y acompañar nuestra estancia en la posada con los relatos de nuestras aventuras.
Recuerdo cuando el aguamiel no se encontraba en latas en máquinas de cada rincón del páramo, cuando éramos cuatro cazadores buscando dragones y los paisajes estaban plagados de ellos. Hoy los dragones de oscuras alas han perecido todos, extinguidos por la proliferación de cazadores de dragones sin principios, jóvenes que no entienden de la rueda de la vida y que cazan de igual forma al macho, a la hembra y al primogénito dragón alado.
Hoy todo tiene un precio y las espadas se venden en cualquier comercio, se ha perdido el oficio de herrero y el mago se ha convertido en prestidigitador que intenta vender un producto.
Hoy no se reúnen los aventureros alrededor de una mesa, sino de un frío cristal líquido…
Ya no hay dragones en el cielo, ni el sabor de la carne y del aguamiel es el mismo, y lo peor es que quizás fuimos nosotros los culpables al no saber guardar el secreto de aquella montaña, al hablar de ella con otros y al hacer participes a todos de lo especial que es poseer el don de la… imaginación.

3 comentarios :

  1. PAKY dijo...

    La culpa es del Nostromo y de Tokio Hotel,jajajajajaja
    ahora en serio, qué razón tienes en que cuando algo deja de ser especial, y pierde toda su magia es cuando se convierte en pasto de consumo de gente sin conocimiento ni razón,de hecho, pienso que el término friki acabará desapareciendo al igual que esa aguamiel y esa carne, pues ya son tantos imitadores que es una raza en peligro de extinción...

  2. Tienes más razón que un Santo. El fondo de la historia me ha gustado y como está contado me ha parecido de lo mejor que he leído últimamente. Pienso que tienes un talento natural para escribir.

  3. Manolo dijo...

    Recuerdo que en mi época del instituto, yo solia ponerme camisetas de Spiderman o Thor, dibujadas por López Espi y me pasaba los recreos dibujando súper héroes.

    Entonces yo era el "raro" de la clase y muchos se reian de mí.

    ¡Qué tiempos!

    Un saludo