Una nueva esperanza

Nunca he tenido una hora predilecta a la hora de escribir, siempre lo he hecho cuando me he sentido impulsado a hacerlo, a veces creo que ni siquiera soy yo el que lo hace, sino alguna extraña fuerza que me impulsa o quizás una esquizofrenia no diagnosticada. He sentido la necesidad de dejar llevar mis dedos por el teclado en cuanto he despertado a un nuevo día, por la noche cuando me he sentado tan solo para aclarar mi mente del ajetreado día, incluso me he sorprendido (como muchos) escribiendo en una servilleta de papel mientras tomo un café. No sabría explicar de donde proviene ese cúmulo de ideas que intentan tomar vida propia al ser impresas de algún modo, muchas veces me he cuestionado el lugar del que provienen e incluso mi salud psíquica. Por eso nunca entenderé el escribir por placer (es más, a veces es de todo menos un placer).
Es cierto que a veces he escrito motivado por ciertas cuestiones; económicas o profesionales, por frustración o desahogo, e incluso por mero entretenimiento... pero eso nunca ha sido escribir de verdad, sino dejarme llevar por mi ego con cierta técnica aprendida a base de cientos de lecturas dispares. Es solo cuando no pienso lo que escribo y ese mismo acto toma vida propia, cuando lo que he escrito sorprende tanto al que lo lee como a mí mismo, justo en ese momento que no comprendo es cuando se deja entrever el significado del por qué escribo a veces.
Lo sé porque a veces veo tan solo sentimientos en mis letras, pero otras puedo ver esperanza, como si lo que he escrito no fuera un mensaje para nadie, tan solo para mí.
He visto gente llorar, reír, sonreír, meditar, criticar duramente e incluso enfadarse con algunas cosas que he escrito a lo largo de los años, como la vida de cada uno, sus letras, son solo un reflejo constante de parte de él mismo, mensajero y mensaje se funden.
Aun así, muchas veces me quedo sin letras, e igualmente sin palabras. Como muchos otros tan solo me queda la observación, la acción, la mirada... y la esperanza.
Me siento entre la espada y la pared (mal sitio para "sentarse"), encerrado en un circulo dual donde dos marejadas se enfrentan; el idealismo y la realidad. Mientras la luna ejerce esa fuerza gravitatoria yo intento no hundirme en las aguas del conformismo. Y tan solo encuentro un lugar donde aferrarme, un leño medio podrido y carcomido que sin embargo hace bien su papel de salvavidas.
Llevo mucho tiempo, amigo lector, pensando en si no estaría mejor dejándome llevar por la corriente, si bajo el agua me convertiría en un pez de los que nunca duermen y van en bancos siempre acompañados de otros como él... de dejar las metáforas insípidas para referirme a hechos concretos o de abandonar la loca idea de cazar sueños al despertar.
Pero cada vez que pienso en eso, mis manos empiezan a escribir solas, uno de mis yos no diagnosticados se hace cargo de nadar con mas brío y, pobre de mí, me conduce de nuevo al punto de partida dejándome tan solo para aferrarme y no sucumbir un viejo leño medio podrido y carcomido... una nueva esperanza.
Es difícil vivir a medio camino entre la espada y la pluma, entre la palabra y la acción, pero nadie dijo nunca que sería fácil mantener una postura ante el mundo, solo que la elección era, tan solo, tuya.

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