Lo oscuro que habíta en nosotros

Lo oscuro, ese adjetivo sustantivizado con el que vestir esa parte de nosotros que permanece a solas consigo mismo, y que casi nunca tenemos la oportunidad de sacar a la luz. Se ha debatido tanto y tan poco sobre ello que se puede hablar aun más sin que consigamos llegar con la dialéctica más allá del principio. Porque lo oscuro es un traje unisex con el que cubrir la pudorosa vergüenza de no poder ser más de lo que somos, sin que más signifique mejor o peor. Nos encerramos o nos encierran en un cuarto oscuro donde ninguna luz brilla, donde no se atisba el verde color de la esperanza. Lo oscuro no es más que aquello que suprimimos o vemos suprimido “a consecuencia de”.

Secretos, sentimientos, talento, fantasías, perversiones, anhelos y deseos que forman parte de nosotros y que no podemos llevar puestos por cientos de cuestiones tan vagas como poderosas.

Es difícil enfrentarnos a esto, a nuestra propia oscuridad interior porque en nuestro afán por crear concepciones morales hemos catalogado todo lo oscuro con la falsa etiqueta de malo.

Y con ello, con el mero hecho de etiquetar los adjetivos, estamos siguiendo el vicioso círculo de seguir encerrándonos cada día en nosotros mismos y de perpetuar con ello el poderoso designio de una sociedad que intenta vestirnos a todos como un carnet plastificado. No somos un número, no somos objetos inanimados que se mueven con control remoto, no somos cobayas en un experimento sociológico… ¿o quizás si?

Yo pienso en mi lado oscuro (por derecho propio), como esa parte de mí que jamás podrá, o dejarán que pueda, salir a la luz. Porque en este mundo, ser uno mismo acarrea una serie de consecuencias de las que no podemos huir. Ser uno mismo implica no tener que estar de acuerdo con muchísimas otras opiniones, no poder cobijarse bajo el anonimato que te ofrece el abrigo de un colectivo, ni el beneplácito de ninguna organización, asociación, empresa o demás creaciones de bello solgan que tampoco están exentas de su lado oscuro. Ser uno mismo te lleva inevitablemente a una paradoja existencial; “yo contra el mundo” en la que tan simple ecuación, por muy compleja que sea su formula matemática siempre te hará perder.

No puedes luchar solo porque esto es una guerra que se mide por perdidas enemigas, y un ejército de un solo hombre nunca ganará ninguna batalla.

Por eso cada cual es su más acérrimo carcelero, y nuestra mayor condena es nuestro miedo a tener que luchar solos. Somos reos eternos amansados bajo la mentira de una libertad condicional que siempre es condicionada.

Así, de ésta forma, para poder seguir siendo aun sin llegar nunca a ser, deberás vestir tus poemas con rimas políticas, tus artículos bajo el gusto del populacho, tus ideas a juego con las de otros, tus conversaciones con el gris de la elocuencia, tu ropa con los colores de tu banda, y tu vida en general con el agridulce sabor del único camino que te dejen seguir. No has nacido para ser libre, has nacido para ser tan solo lo que te dejen o convenga que seas, recuerda eso siempre cuando, de nuevo, se te ocurra pensar en que tienes más opciones que la simple derrota.

Lo oscuro, nunca podrá salir a la luz, salvo en esas pequeñas excepciones tan únicas como perdidas en el tiempo, en las que, como un regalo, se te bendice con el don de ser tu mismo durante un fragmento de tu vida. Aprovéchalas.

1 comentarios :

  1. Anónimo dijo...

    y en esa libertad condicional que siempre es condicionada uno se ahoga por no poder respirar verdad, como por los límites del espacio y el vacío que hacen que no podamos abrazar el viento