Adoctrinamiento y dogmas.

Desde el inicio de nuestra historia unos pocos han intentado dominar a muchos, y en términos generales, casi siempre lo han conseguido, eso es el poder.
El ser humano posee una serie de carencias innatas, quizás estén escritas en nuestro código genético, pero la que tiene un mayor peso en nuestro existencia es el sentido de mortalidad que vamos desarrollando cada vez más a medida que tomamos conciencia de él. Esto nos va creando un vacío interno que intentamos llenar, anestesiar con diferentes doctrinas.
Una doctrina se convierte en nuestro mapa vital, existencial, carecer de él es estar constantemente a la deriva, todos somos náufragos en este mar, aferrados a cualquier cosa que flote.
Dogma.
Si una doctrina es el mapa, los dogmas son la necesaria brújula que nos indica el rumbo a seguir dentro de ese esquema que nos han dibujado. Mandamientos que solo pueden romper aquellos que los crearon, surtido de frases a modo de mantra repetitivo que pese a no entender, se asumen y siguen. Señales en el camino, destinadas a que no nos perdamos o seamos conscientes de caminos alternativos. El dogma es el hechizo que mantiene encerrado el don de la autodeterminación y lo convierte en pecado.
Graso error es pensar que cuando hablamos de doctrinas solo hablamos de religión, el ser humano evoluciona y de la misma manera también evoluciona los métodos para que unos nos dominen a otros. Si un dios cae, otro tomará su lugar, porque el ser humano es capaz de aprender muchas cosas, pero parece condenado a creer en cualquier cosa menos en él mismo. El vacío no puede llenarse a sí mismo.
Vivir sin creencias es imposible, todos necesitamos creer, e incluso el hecho de no creer se convierte en una brújula más, donde el rumbo a seguir es la satisfacción personal. Diferentes cárceles para el mismo reo, y el mismo tiempo de condena.
Hay algo perdido que nos empecinamos en buscar fuera de casa y no caemos en la cuenta de que quizás ese objeto lo hayamos dejado depositado en nuestra mesita de noche, donde más cerca está de ser solo un suvenir de nuestros sueños, un nombre olvidado en la punta de nuestra lengua, el cual está ahí pero no logramos recordar.
La mejor forma de hallar la verdad quizás sea tan solo poder conocer las mentiras.

3 comentarios :

  1. contar dijo...

    Quiero creer que existimos algunos, mas de los que creemos, que sabemos tomar la vida de otra forma, y aunque amoldemos nuestras formas a la corriente existente la verdad es que vivimos de otra forma, no destacamos, no parecemos especiales, y sin embargo nuestra filosofía es simplemente la de vivir la vida lo mejor que seamos capaces de hacerlo sin dejarnos influenciar realmente mas que por lo que realmente queremos.
    un abrazo

  2. El tito Ori dijo...

    Nuevo gran post. No puedo añadir nada que no esté dicho. Brillante. Gracias por compartirlo.

  3. PAKY dijo...

    Bien es cierto que las doctrinas mueven masas, el creer, la fé en algo, como dijo un profeta, mueve montañas... y es que hasta los excépticos tienen algo en que creer, como la frase de Hipatia de Alejandría cuando dijo que "ella solo creía en la filosofía"...
    Todos creemos en algo, yo personalmente, y sé que suena egocéntrico, creo en mí misma, aunque a veces me muestre insegura... pero los que creemos por nuestra cuenta, muchas veces nos conviene seguir la corriente ante los demás, por simple comodidad...
    en fín, me estoy haciendo un lio...
    PD: voy a dar una revelación: hoy he visto a Dios (es lila, tiene un 5 y dos 0), que ¿por qué se que es él? Porque todo el mundo sabe de su existencia pero casi nadie lo ha visto... ;P