CRISIS

La crisis no solo afecta a nuestros bolsillos, también como está de moda decir ahora, a nuestra confianza, mermando nuestra voluntad lentamente, y por ende convirtiéndonos en el vaivén de una llama moribunda, mientras, la vela se sigue derritiendo.
Muchos somos los que tenemos que estar luchando día a día por no rendirnos y aun así, de mil batallas quinientas perdemos, y al levantarnos nos decimos; otro día más.
Cada día veo el periódico y leo como algún que otro aprendiz de Quevedo me habla de la crisis, del paro y de la confianza, desde el cómodo sillón de cuero de su despacho, muy alejado de las colas que suelo visitar, muy alejado de la lucha diaria por encontrar esa confianza que vamos perdiendo.
Y lo peor siempre es mirar atrás y ver que algunos somos unos privilegiados por la posición que ocupamos en esta fila, cosa que lejos de hacernos sentir mejor por aquello de mal de muchos, nos hiere en nuestro consuelo de tontos.
Te paras y te sales de la cola, inventas mil caminos alternativos y siempre terminas volviendo a ese hogar en la línea, a ese refugio que es la excusa de que todo va mal, para recuperarte un poco antes de volverte a lanzar a la aventura de seguir buscando vías de escape a tu destino.
Pero todo va mal, cada día todo va un poquito peor, y las fuerzas siempre son menos, porque por mucho que apelemos a esa deidad llamada esperanza, cada día nuestro rezo se hace menos convincente y se va convirtiendo en una costumbre sin arraigo, en un mantra sin sentido.
Joden los consuelos en forma de sonido hueco que oímos, que leemos, que, incluso en más de una ocasión, nos pronunciamos a nosotros mismos. Debemos ser optimistas, mantener la sonrisa por mucho que apriete el hambre, mantener la postura recta por mucho que deseemos adoptar una postura fetal y rendirnos al sollozo y al llanto. No debemos dejarnos llevar por la presión de ver como se escapan los días y los problemas se mantienen mirándonos fijamente a los ojos con esa mirada de locura. Estamos todos en crisis, si, solo que algunos además tienen que convivir con ella, no en la televisión, ni en la radio ni en la prensa, sino a su lado, un día tras otro, una semana tras otra, y así se convierten los días en años, y los años en una vida.
Aumentan las depresiones porque hace mucho que nos arrebataron la confianza, la tristeza es la rabia de los cobardes, de un pueblo que ha abandonado el orgullo para dejarse llevar por el conformismo.
Hace mucho ya que se sabía que llegaríamos a este punto, que en las conversaciones todos éramos profetas del fin del mundo, de un mundo del cual nos creíamos a parte por el mero hecho de hablar de él, pero por mucho que nos aislemos nos sigue rodeando, y cada vez, su abrazo se torna mas y mas fuerte, cada día nos cuesta más respirar.
Y ahora, cuando seguimos intentando frenar el alud que se avecina y que lo arrastrará todo, nadie se pregunta, frente a su televisor de plasma, entre el almuerzo y la cena…
¿Qué ocurrirá cuando el grito de los estómagos ensordezca las elocuentes palabras de la razón?
Puede que cuando eso suceda recuperemos la confianza en su estado más animal, el de la mera supervivencia y para entonces nadie estará a salvo en ningún despacho, en ningún sillón de cuero ni en ningún altar religioso… entonces todos, sin excepción de posición social, intelectual o económica… sabremos realmente lo que es la crisis.
A veces no hay diferencia entre perder la esperanza o vivir de ella.

3 comentarios :

  1. Anónimo dijo...

    Como siempre lo que escribes me hace pensar bastante, tomemos un expreso como los viejos tiempos y hablemos de la economía y el gobierno o si prefieres FFXIII cual prefieres?

  2. Será toda una alegria verte de nuevo por estos lugares, seguro que hay mucho de lo que hablar, sobre todo ya que hace cierto tiempo que no nos vemos, un abrazo.

  3. Hola otra vez,
    Muchos de mis compañeros, coinciden con tu teoría, y hemos tenido debates acalorados con ello, No me sirve, personalmente, que cuando nos rugue el hambre nos movilicemos, pues eso denota una sociedad con un objetivo a corto plazo, sin futuro, sin ideales, sin proyecciones y absolutamente egoísta a nuestros días, sin conciencia de identidad y mucho menos de transmitirla.
    Un saludo, y muchas gracias por seguir escribiendo