El juego de la Verdad.

Antiguamente existía una herra- mienta muy útil para los que buscamos verdades escondidas, como todo lo que está escondido teníamos que bucear y bucear entre palabras, buscando aprender a nadar por nosotros mismos gracias a las brazadas que otros dieron antes, esas herramientas se conocían por el nombre de libros.
Éstos nos mostraban a veces que la verdad no era otra cosa que una ilusión reflejada en un espejo donde nosotros éramos un cristal opaco, que absorbía palabras de otros, porque las palabras eran conocimiento, un conocimiento que se reflejaría años después de la primera lectura, y al que empezamos a denominar como sentido común. Un sentido universal, y como universal que era, ecléctico y lleno de matices y de sabores dispares. Donde debíamos montar nuestra concepción de la verdad a base de piezas de un puzle donde nuestras propias palabras determinarían el resultado final. A ese puzle le llamamos camino y al marco que lo encuadraba, vida.
Conocedores del hecho de que la verdad era una tremenda bromista, sabíamos que en el momento de dar por cierto algo, la verdad mutaba a mentira y se reía de nosotros, porque el juego de buscarla era mucho más divertido que el hecho de encontrarla, encontrar la verdad era tan aburrido que la despreciábamos por tener un sabor tan alejado de lo que esperábamos en nuestro paladar.
Con el paso de los años descubríamos que nuestra compañera de juegos tenía más de fulana que de inocente y que por su propia naturaleza era demasiado voluble como para ser fiel a uno solo. La confundimos demasiado a menudo, y nos confundimos notros mismos, porque hasta bastante tiempo después de emprender el camino o el juego de buscarla, no nos dimos cuenta de que éramos tres en el juego, nosotros, la verdad y, su hermana gemela, la mentira.
El puzle empezaba a desencajar, porque hubo un momento en el que guiados por el afán de luchar contra el tiempo, a la fuerza, colocamos piezas donde no eran, y la presionamos con tanta fuerza que logramos que momentáneamente encajaran, pero el tiempo, que no tiene prisa como nosotros, pone cada cosa en su lugar sin importarle demasiado cuando hacerlo, y si en ese acto deshace el puzle entero, inexorablemente, lo hace.
Es por ello que incluso hoy siguen siendo necesarias esas herramientas primigenias para algunos, porque el juego no termina hasta que el tiempo se acaba, porque buscar la verdad no significa necesariamente encontrarla, pero aun así sigue siendo divertido, por muchos puzles que tengan que deshacerse y por muchos caminos que hayan de ser iniciados desde cero otra vez.
Sin embargo sí que se saca algo en claro de estas herramientas llamadas libros y compañeros del juego, nos indican desde sus estantes olvidados que por encima de la importancia que le podamos dar al puzle, siempre será el marco lo que lo sostenga.

3 comentarios :

  1. Manolo dijo...

    Hola,

    Cuando buscamos la verdad, ocurre como cuando buscamos alguna otra cosa. Que encontramos otras que no buscábamos.

    Esa es una de las ventajas de los libros. Que buscando la verdad, aunque no la encontramos, vamos encontrando otras. Algunas que teníamos olvidadas, y otras nuevas.

    Un saludo.

    Manolo

  2. ¡¡Por fin puedo subir un comentariooooo!!
    El esfuerzo por encontrar la verdad es lo que verdaderamente nos hace crecer como personas. Quizás por eso se esconde en todos los lugares en los que puede, porque en el viaje es donde más aprendemos sobre ella.Bezozzzz.

  3. PAKY dijo...

    Lo interesante y auténtico de la verdad, es que está ahí fuera... jejejejeje
    es una pena que cada vez más la gente se fie de medios no contrastados y totalmente subjetivos, en vez de recurrir a esa cosa llamada libro que sirve para algo más que para decorar una estantería...