El bagaje perdido.

“Érase una vez un niño que emprendió un camino, que cogió un tren que no sabía hacia donde le llevaría...”

La vida no deja de ser un viaje en el tiempo, donde vamos acumulando maletas de información a las que damos un nombre u otro, y aunque siempre llevamos equipaje de mano, éstas van quedando en algún lugar de nuestra caravana para cuando las necesitemos. Muchas veces, por las prisas en emprender camino, nos equivocamos a la hora de elegir una u otra, y terminamos vistiendo bañador en pleno paisaje ártico.
Como buen viaje a veces deberíamos dar algo de tiempo a organizar nuestro equipaje, y si el viaje es largo; deshacernos de equipaje superfluo. Pero todos tememos perder el tren cuando le vemos llegar y no recordamos lo peligroso que puede llegar a ser coger un tren en marcha. Sobre todo si una vez en él, descubrimos que nuestro equipaje ha quedado atrás y que debemos apearnos en la próxima estación.
Solo el tiempo termina apaciguando el tiempo, donde antes todo eran prisas, ahora toca espera.
Muchos intentamos ir dejando equipaje a medida que vamos viajando, porque a veces el peso de éste no nos deja ir un poco más allá, aunque guardemos el ticket de la taquilla donde lo dejamos, el peso no es el mismo, otras veces tan solo lo perdemos. A veces estar vivo significa morir un poco.
Y la muerte es tan necesaria como la vida en un viaje tan finito como el nuestro, con tan breve recorrido.

“… sin embargo, pese ha haber parado muchas veces en ese recorrido, ha haber cambiado de tren muchas veces, pese ha haber perdido tanto equipaje por el camino, creo que pocas cosas han cambiado realmente, creo que ese niño, aun sabiendo donde le gustaría llegar, sigue sin saber hacia dónde va su tren.”

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